lunes, 1 de septiembre de 2025

El jardinero y la muerte. Gueorgui Gospodínov.


El jardinero y la muerte. Gueorgui Gospodínov

 


En esta novela, el escritor búlgaro habla de su padre, del proceso que rodea a su muerte y de todo lo que va recordando de él mientras escribe. Anécdotas de su vida, su carácter, su sentido del humor, su instinto de protección, y … su jardín, el territorio propio en el que era feliz y que le había curado durante años de la enfermedad que ya estaba latente.

“Su ausencia pone en marcha toda la maquinaria de la memoria…para estar seguro de que todo aquello fue real”.

Los primeros capítulos hablan del proceso de la enfermedad: la impersonalidad del diagnóstico, el lenguaje profesional confuso, los sentimientos del enfermo y de los familiares y las esperanzas de todo tipo, como “volver a ver a su perro” o “llegar a oír de nuevo el canto del cuco en primavera” Y de la tristeza y de la alegría de disfrutar pequeños momentos.

“Papá, estoy triste por el abuelo, pero también estoy triste por ti, porque tú estás triste por tu padre”

“Ahora puedo decir, por extraño que suene, que mientras estaba a su lado, sobre todo cuando el dolor remitía, pensaba en lo bonito que era estar juntos”

Se escribe acerca de la ausencia que lo llena todo y es el comienzo de una nueva vida sin el padre, aunque el ritual funerario prepara al difunto para su camino y a los afligidos para dicha ausencia.

“No estará para recibirme en la puerta y darme un abrazo”; “primera no llamada por teléfono por mi cumpleaños”

“En fin, lo pasarán bien esta noche…toda la pandilla se reunirá de nuevo, como en los viejos tiempos”

Y tampoco está exenta la novela de reproches, tanto hacia Dios por haberse llevado al difunto como al mismo fallecido por abandonar a los suyos. Reproches que también se dirigen a los doctores, tanto por su pobre forma de comunicar las malas noticias como por sus encogimientos de hombros ante las expectativas del enfermo.

Sin embargo, no es una novela triste. Gospodínov recuerda en distintas anécdotas el legado de su padre. Su forma de ver la vida, su instinto protector que duró hasta el final, su sentido del humor, sus anhelos, sus enseñanzas y pone de manifiesto su orgullo de hijo. El autor reivindica el papel del padre, ausente en la cultura universal, donde al hombre se le atribuyen otras cualidades, apareciendo en tabernas, en busca del vellocino de oro, ganando dinero, emigrando…pero raramente actuando como padre.

Y lo hace citando la Iliada, cuando Ulises, tras años de viajes, se presenta a su padre Laertes y le ha de recordar aquello que incesantemente le daba para ser reconocido:

Árboles frutales, vides y regalos sin fin, que se renovaban cada año”.

O recordando actitudes que se han impregnado en el propio autor y que por fin repara en ellas.

“El bostezo de mi padre antes de acostarse”…”su manera de fumar”… “como apretaba los labios cuando algo le apenaba”…”como se hundía en el jardín”…y “como por un instante me vi como él”.

O manifestando su deseo de llegar a ser como él:

“Si algún día llego a formar parte de alguna escuela filosófica, me gustaría que fuera la escuela invisible de mi padre, según la cual puedes percibir lo sublime en una boñiga de búfalo”

Una novela muy bella. Recomendable y sanadora para todos aquellos que tuvieron un buen padre, y quizá ilustrativa y preparatoria para todos los que todavía lo tienen.


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