CASTELLANO
Lorenzo Silva
Una novela, o relato, o ensayo. o como le queramos llamar, tal y como nos apunta el autor al comienzo, que cuenta como un próspero reino que ya se extendía en tres continentes, es arrollado por las tropas de un monarca extranjero con sueños imperiales después de la revuelta de las comunidades de gran parte del reino, desde Asturias hasta Murcia.
La revuelta comunera, que en nuestros libros de historia se resume con el nombre de la batalla de Villalar y de los líderes comuneros Padilla, Bravo y Maldonado, supuso un grito de libertad reprimido que condenó a Castilla a languidecer, a despoblarse, a hacer desaparecer su incipiente industria, y al favorecimiento de otros territorios europeos y de la península hasta hoy. Paradójicamente, también va a ser señalada como abusiva y dominadora en todos ellos.
En 1519, todas las clases sociales y gran parte del clero se revelaron contra los excesos impositivos del joven Carlos de Gante, nacido y criado en el extranjero y que pretendió desviar los beneficios de comerciantes y pequeños nobles para financiar su corona imperial y sus conquistas en Europa. Tras una convocatoria de Cortes en Coruña, después de la cual volvería a Flandes, dejaría el reino en manos de Adriano de Utrecht. Es entonces cuando las comunidades, o en otra palabras, Castilla entera, se revela contra la voluntad del Rey. "Sólo" pretenderán, más de 200 años antes de otras revoluciones, que el poder emane del pueblo y que redunde en su propio bien.
Pero no se trata sólo este libro de una narración de la revuelta comunera, sino también de un canto a ese carácter castellano tan denostado por algunos y a todo lo que dio lugar antes y después de esta revolución comunera.
Cuenta el autor como Francisco de Victoria, profesor en Salamanca justo después de los hechos narrados, cimentaría con sus enseñanzas el Derecho de Gentes, enseñando en sus aulas los límites del poder del emperador y del Papa, la dignidad de los seres humanos y el respeto de la idiosincrasia, la cultura y las costumbres de los pueblos. El Derecho Internacional derivaría de aquí.
También reflexiona acerca de la conquista de América por Castilla y de como supuso un esfuerzo sobrehumano que sólo pudo llevar a cabo un determinado tipo de gente a pesar de su indudable crueldad en muchas ocasiones. Pero también fue el único pueblo que pensó que eran necesarias las Leyes de Indias, imperfectas pero impensables para la época. Y también fue Castilla la que favoreció, gracias a ellas la existencia de personas de la talla de José Rizal o de Túpac Umaru, condenados a muerte por defender los derechos de Filipinas y Perú por aquellos agentes de la misma corrupción servil que descabezó a los comuneros. Según el autor, fueron los condenados y no sus jueces los castellanos más genuinos.
Es también sorprendente que en 1520, entre las peticiones de las Comunidades al rey, el jurista Bernaldino de los Ríos ya escribiese que los representantes en Cortes deben ser elegidas por el pueblo común, que se hable de la administración de las exportaciones y de la industria textil para proteger la riqueza nacional, de la prohibición de las encomiendas que tratan como esclavos a los indios, o que es el deber de los súbditos del rey estorbar las decisiones que sean contrarias al reino. Todas las constituciones democráticas modernas deben mucho a estas peticiones, que no fueron redactadas en París sino en Castilla. ¿Acaso no es por tanto la revolución comunera un grito de libertad impensable para la época?
Y así, de forma innumerable, desfilan entre muchos otros por estas páginas el héroe de la revolución Padilla, Fernán González, Ruy Diaz de Vivar, Cervantes, D. Quijote y Sancho Panza, D. Iñigo López de Mendoza o los autores árabes precursores de grandes obras literarias castellanas como "El Conde Lucanor", el "Libro del Buen Amor" o "La Vida es Sueño".
Más allá de consideraciones personales o incluso políticas para quien así lo quiera ver, el libro es muy interesante y desde mi punto de vista hace justicia a unas gentes que conformaron la historia de muchos países a través de las armas, pero también a través de documentos, obras de arte y enseñanzas imborrables y sobre todo de una lengua más viva que nunca.
Me encanta Lorenzo Silva aunque este no lo he leído. Escribe muy bien e imagina unos personajes muy sòludos. Realmente lo que mas me gusta de èl es su serie de Bevilaqua y Chamorro.
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