Como dice la introducción del propio autor, todos deberíamos conocer la mitología griega por lo impregnados que estamos de ella.
El cielo nocturno tiene nombres de mitos griegos, tales como la Osa que amamantó a Atalanta, la guerrera más veloz, hija del Rey de Arcadia; Andrómeda, su hija Casiopea o Perseo, que decapitó al monstruo Medusa, a quien utilizó para liberar a la misma Andrómeda de la ira de Poseidón convirtiendo en coral al monstruo Ceto enviado por el dios.
Linceo, que le concedió su nombre a nuestro emblemático animal, fue hijo de Poseidón, hermano de Zeus y de Ares, y también el hombre con la mejor vista del mundo, sentido del que puede presumir el lince.
El monte Etna no es más que la gran roca que aplastó a Tifón, un monstruo creado por la Madre Tierra para acabar con los dioses del Olimpo. Su aliento ardiente todavía surge con fuerza del cráter dando a entender que no está muerto del todo, a pesar de las manzanas de la muerte que le dieron a comer Las Parcas, las diosas más ancianas que existen y que deciden cuanto debe vivir cada mortal.
Y resumiendo leyendas como estas, Robert Graves escribe en un libro delicioso, el origen de muchos conceptos, topónimos o nombres científicos que utilizamos todos los días.
Como médico que soy, me ha fascinado saber que el nombre de la siringomielia, enfermedad que destruye el centro de la médula espinal, se debe a la ninfa Siringa, de la que se enamoró el dios del campo Pan, y del que se escondía convirtiéndose en un junco. Pan, impotente al no saber donde estaba, cortó todos los juncos, los unió y creó la flauta de pan.
Y por último y por no descubrir muchos pasajes del libro, que no es largo pero sí denso y divertido, quiero acabar nombrando también a Asclepio, hijo de Apolo y una mortal, que acabó convirtiéndose en el mejor médico de Grecia gracias a las enseñanzas del sabio centauro Quirón.
Sin duda, la lectura de esta maravilloso compendio de compendios de relatos míticos, me fuerza a animaros a que lo leáis algún día también vosotros, y a que después de leerlo visitéis Grecia, allá donde sigue en pie el magnífico teatro de Epidauro, construido junto al primer hospital conocido, que fue levantado en honor a Asclepio. También allí esta Creta, donde Zeus acabó casándose con Europa después de raptarla y llevársela hasta allí a nado disfrazado de un toro blanco. No es por tanto casualidad que nuestro continente se llame como esta bella mujer, puesto que, sin duda, si nuestra civilización tiene un origen, fue la antigua Grecia.
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